viernes, 13 de septiembre de 2013

Se me hace raro... muy raro

Se me hace raro oirte pronunciar mi nombre. Será porque nunca antes lo habías hecho, no hacía falta pues aunque el manicomio estuviera repleto de gente tus ojos encontraban los míos en medio de la multitud y tu mirada me decía lo que tu boca callaba: que yo era el destinatario de tus palabras y de tus pensamientos. Sin embargo ahora....
Ahora estamos tú y yo a solas en esta habitación. No hay nadie más y sin embargo tú dices mi nombre para dirigirte a mi mientras tus ojos miran en todas direcciones menos la mía. Y tus palabras suenan frías e impersonales, carentes de toda emoción y sentimiento. Por eso se me hace raro oirte pronunciar mi nombre sabiendo que yo soy lo último en lo que piensas.

Se me hace raro estar en tu presencia y a la vez sentirme tan solo y tan distante de ti cuando hace poco te sentía tan cerca a pesar de la distancia que nos separaba. En mis noches de soledad, encerrado en la celda de aislamiento, tú eras mi única compañía. Por eso ahora se me hace raro estar en tu compañía, en la misma habitación pero tan separados por una distancia invisible. Sí, se me hace raro.
Yo que he recorrido kilómetros y kilómetros para ir a buscarte soy incapaz de dar dos paso ahora para encontrarte.

Tú que alumbrabas mi celda oscura con tu mirada ahora bajas las persianas para que no entre la claridad a través de las ventanas. Y yo, tan acostumbrado a vivir siempre entre tinieblas busco desesperado la llama de un mechero para encenderme un cigarro a pesar de que las despedidas ya no tienen sabor a humo y nicotina. Y se me hace raro... muy raro




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